SENTIMIENTO
Pepe siempre se quejaba de todo, que si la economía iba mal, que si estaba harto de su trabajo. Todos los días acudía a la oficina molesto por algo. Pero sin duda, el peor día era el lunes. Y no era sólo por lo de madrugar, porque se acabó el fin de semana...no, era porque había tenido que estar más tiempo con su mujer, quién según él, no le dirigia la palabra. Además de poner en contra suya a los hijos de ambos, todo para fastidiarle. ¡Me siento impotente! Solía decir de vez en cuando. ¡Vamos hombre! mañana lo verás todo de otra manera, le solíamos contestar entre risas mal disimuladas. Su queja cansina nos fué alejando gradualmente de él. Lo observaba a través de los cristales que hacían de pared, como se hundía poco a poco. Sus hombros se desplomaron y se fué encogiendo, como si quisiera desaparecer. Su supuesta impotencia se adueño de él. Esta mañana me he enterado que se ha muerto. Cuentan que ha cruzado la calle y se ha puesto delante de un autobús gritando: ¡Soy impotente! ¡Soy impotente! Mientras el autobus lo arrollaba. A él y a otro transeunte que intentó salvarlo del atropello. Hoy se han desplomado mis hombros y me he sentido impotente.
Arrate Gallego
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