ANÉCDOTA
Regreso a casa tarde y malhumorada. Lo que debería haber sido un rato divertido, tomando un café en la pastelería ha terminado en discusión. Y me duele, porque la amistad de Olga es muy preciada para mí, pero esta vez no tenía razón. El hecho de ser policia no la convierte en infalible, aunque le sobre experiencia. ¡Los padres tienen la culpa de todo!, sentencia siempre que un niño desaparece. Y puede que a veces sea cierto, pero hay más cosas. Los niños hacen tonterías, lo sé, y lo sé porque yo las hice. Y se lo conté, le conté mi secreto: Yo me subí al coche de un desconocido. Yo y David, el chico de pelo rizado que vivía en la casa de al lado. Si llegábamos tarde a la Iglesia el cura nos tiraría de las orejas, y nos pareció el mejor modo de evitarlo. Aún puedo recordar el miedo dentro del coche, ante la idea de que no se detuviera frente a la Iglesia, y se nos llevará lejos, dónde los niños no regresan...Olga se empeñaba en argumentar contra mis padres.¡Vamos Olga, no voy a culpar a mis padres de mi estupidez! ¿No lo entiendes? Algunos tenemos momentos de estupidez.
Arrate
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