Trabajos pra el taller de Julia Gallego.- Falta el de la foto.
TRABAJO PARA EL TALLER DE OSCAR SIPÁN
Por Julia Gallego Pérez
EL BURDEL
Quiero hablar de noches de humo. Quiero hablar de abrazos de ceniza. Quiero hablar de Paula:
La llamaban “la huracán” porque arrastraba a los hombres. Paula, con los pechos desnudos empapados de perfume, atrapaba la noche. La melena azabache de Paula, al compás de la música, se movía al mismo ritmo de la cabeza y la cintura, agitándose hacia delante y hacia atrás, en “La paloma peregrina”. Tenía entonces dieciocho años y llegó de Brasil, con el fuego entero escondido en su equipaje, decidida a llevarse, de vuelta, la plata de los imbéciles. Su cuerpo, canela, tallado en lava volcánica. Su sonrisa abierta de dientes blancos. Sus ojos verdes, oscuros y cambiantes. Noche y día, sol y luna, de una interminable colección de personajes que por allí pasaban. Turistas borrachos, viejos cansinos, jóvenes activos, gordos babosos y flacos pesados. Todos entraban creyendo llevarse algo de Paula.
Acabada la noche, los clientes, como fantasmas en busca de nuevos escondrijos, se iban despidiendo. Y Paula mordía para sus adentros: -¡Fuera todos! ¡Se acabó la fiesta, banda de hijoputas!
-“El sexo, mi niña, nada que ver con el amor…” me decía Paula en una confidencialidad buscada, dejándose caer en mi ajada butaca del guardarropa.
VOZ ENLATADA POR JULIA GALLEGO
Apenas una semana después de las elecciones, apareció finalmente Mario: sólo para volver a desvanecerse al cabo de diez segundos. Mario sólo lograba amistades tan efímeras como una reunión de políticos de tres al cuarto, invitando a casa y cerveza, escogiendo con quienes compartir las ideas de aquella profesión suya. Era claro que así conociía a todos. Mario se pasaba toda la noche preguntando, observando, proponiendo y contrastando. Yo, quizá la única persona que por cecién llegada no estaba en esa onda, me acerqué a pedir una cocacola y Mario me agarró de u hombro, con suavidad no exenta de firmeza que me sorprendió.
-¿Eres nueva, no?¿Cómo te llamas?
Y le dije que mi nombre no importaba.
-Me gustas mucho ¡vaya si me gustas…!
Así le conocí. Pronto comenzaron: un beso y un te llamo, en tu casa o en la mía, venga, vamos a hacerlo. Después, un silencio largo. Después, su voz enlatada durante diez segundos en mi contestador.
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