El primero de Amanda en el taller
Miraba a través de la ventana
El mundo me parecía muy limitado
Gente variopinta que atravesaba la infinita calle
Imaginaba sus nombres y sus vidas
No me gustaba el ruido estremecedor de los coches
No me gustaban los días grises y melancólicos
No me gustaba la ciudad
A mis ojos párvulos tampoco
Me encantó la idea de cambiar...
Llegaron –puedo decir tal vez- aquellos años tan mágicos e interminables
Los amigos devotos y no devotos
El olor tierno a pan y hojas otoñales
El primer revolcón junto al río
Las expediciones con mochila y bicicleta
El rabino de la abuela con perras gordas
Los cigarrillos compartidos clandestinamente
Subir a tientas las escaleras aquellas madrugadas del sábado
Me gustaba el piar de los pájaros
Pensaba en mi próximo destino
Me gustaba el pueblo
No fue difícil elegir itinerario
Me gustaba el paisaje que miraba a través de los cristales
El fervor y el anhelo llenaron mi equipaje...
La bella Florencia me excitaba
Cinco años adorando el “Duomo” y su “campanile”
Las joyerías del “Ponte vecchio”
Aquella pizza suculenta en mi barrio bohemio
Aquellos alumnos que hicieron tan grata mi profesión
Aquel hombre seductor llamado David
Me gustaban los viajes en tren
No me gustaban los “carabiniere”
Me gustaba el “bellissima” del vecino de enfrente
Echaba de menos el “cuéntame” de Patricia
Me gustaba el arte renacentista
No me gustaba el teléfono
Descolgué y dije “vuelvo con vosotros”
Ahora estoy aquí
Todo me es familiar
Este lugar lo he vivido
Tras ese cálido abrazo de las nueve
Miro de reojo el mapa...
Amanda Carreras, noviembre 2006
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